Reforma
Vinícius Júnior, estrella del Real Madrid y uno de los íconos del futbol brasileño, enfrenta ahora un proceso judicial en su propio país. La Justicia de Río de Janeiro lo ha acusado formalmente de “perturbar la tranquilidad ajena” tras la macrofiesta que organizó para celebrar su cumpleaños número 25.
El festejo, realizado entre el 19 y el 21 de julio en una lujosa finca de Vargem Grande, reunió a unas 500 personas, con conciertos —entre ellos uno de Travis Scott—, fuegos artificiales y atracciones de feria. Sin embargo, el espectáculo terminó cruzando los límites de la convivencia vecinal. Un residente presentó una denuncia ante el 9º Juzgado Especial Penal por el ruido desmedido, y aunque la Policía Militar intervino para reducir el volumen, el sonido volvió a subir poco después.
La audiencia preliminar está prevista para el 6 de noviembre, y según la legislación brasileña, Vinícius podría enfrentar una pena de 15 días a 3 meses de cárcel, o una multa. Aunque las posibilidades de prisión son reducidas, el episodio ha puesto su imagen nuevamente bajo escrutinio.
Más allá del expediente legal, el caso refleja el riesgo de desconexión que enfrentan algunas figuras del deporte de élite. Vinícius, que ha sido símbolo de talento y carisma, se ve envuelto ahora en una narrativa de exceso e imprudencia. Su reputación —ya marcada por otras controversias— podría resentirse aún más si no maneja el asunto con madurez.
La fama, como el balón, exige control. Y cuando se pierde, el ruido —literal o mediático— puede ser ensordecedor.
