Uruguay venció 2-1 a Uzbekistán en un amistoso rumbo al Mundial 2026, con un Marcelo Bielsa que volvió a rotar su plantel y a confiar en jugadores menos habituales. Facundo Torres abrió el marcador y Juan Manuel Sanabria —jugador del Atlético de San Luis— firmó el triunfo con un remate cruzado que evidenció su madurez y adaptación al futbol mexicano.
El caso de Sanabria no es una excepción. Desde hace décadas, Uruguay convoca futbolistas que militan en la Liga MX, no por falta de opciones, sino porque valora el rendimiento sin importar el pasaporte del club. Sanabria, formado en Nacional y con pasado en el Atlético de Madrid, ha encontrado en México el ritmo competitivo que lo mantiene en la órbita de la Celeste.
Este enfoque contrasta con el discurso que pesa sobre la selección mexicana. Se repite que el “mal momento” del Tri se debe a la dependencia de jugadores que permanecen en la Liga MX, como si no emigrar a Europa fuera sinónimo de mediocridad. Sin embargo, Uruguay demuestra que el valor de un futbolista no depende de dónde juega, sino de cómo rinde, cómo se adapta y cuánto aporta al equipo.
México podría aprender de ese modelo: dejar de castigar en lo narrativo a quienes compiten en la liga local, exigirles más, integrarlos en un sistema competitivo y reconocer su potencial. Al final, lo que define a un jugador no es la liga que lo cobija, sino su convicción cuando viste la camiseta nacional.