Menos cobertura, consultas y vacunas para los mexicanos, dificultando la prevención en salud

Por Vero Teigeiro

El acceso a la salud es uno de los indicadores más básicos de un sistema de salud adecuado. Que la gente pueda acceder a medicina preventiva, vacunas, consultas de primer nivel, especialistas y tratamientos para enfermedades crónicas es elemental para incrementar la salud y disminuir el impacto financiero, desde lo que tiene que desembolsar la persona, hasta lo que pierde el país por enfermedades, incapacidades y tratamientos más caros. 

De acuerdo al reporte “Panorama de Salud 2025” de la OCDE, que muestra los indicadores de 2023, México ha presentado retrocesos que dificultan el acceso a lo más básico.

La cantidad de mexicanos que tienen cobertura médica no sólo está por debajo del promedio de la OCDE, sino que ha ido disminuyendo en los últimos 8 años. Mientras que en 2017 era el 89.3% de la población, se tuvo una disminución del 10% para 2019, cerrando con el 80.6% en 2019. Después repitió otra disminución del 10% para 2021, bajando a 72.4% y el reporte más actual, de 2023, refleja 78%, o sea, aunque hubo una recuperación del 8%, todavía está muy por debajo del nivel de 2017. En contraste, la OCDE ha permanecido casi sin movimiento en 98%. 

La disminución en la cobertura médica contribuye a elevar el gasto de las familias en temas médicos, pero también a dejar de lado padecimientos menores que pueden afectar la calidad de vida o ser indicadores tempranos de enfermedades más importantes, ya que las visitas al médico se reservan para lo indispensable e ineludible. 

México ha tenido una disminución constante desde 2015 en consultas médicas por habitante al año, pasando de 2.7 en 2015 a 1.8 en 2023, enfrentando disminuciones anuales de más del 20%. 

Esto mantiene a México consistentemente entre los últimos lugares de la OCDE, siendo el último en 2019 y 2021, y el penúltimo en 2023. En contraste, el promedio de la OCDE pasó de 6.9 en 2015 a 6.5 en 2023, o sea, una disminución del 6%, mientras en México fue del 33% en ese mismo periodo de tiempo. 

Esto fomenta que las visitas al médico sean por situaciones emergentes y no destinadas a medicina preventiva, lo cual se traduce en que el riesgo de enfermedades crónicas se incremente al no poder ofrecer tratamiento a tiempo, y también que enfermedades que tienen mejores pronósticos si hay diagnóstico temprano no se puedan detectar en esas etapas, complicando los tratamientos y el porcentaje de supervivencia. 

El porcentaje del gasto total de salud per cápita que representa el gasto de bolsillo, aquel que destinan las familias de sus propios ingresos a medicamentos, consultas, procedimientos médicos, aparatos u hospitalizaciones ha permanecido estable en México desde el 2015. 

Sin embargo, este porcentaje, o sea, la parte del total que no es pagado por el gobierno o contribuciones obligatorias, sino por los particulares, es básicamente el doble que el promedio de la OCDE y hasta el triple de países como Noruega. Por ejemplo, en 2023, este porcentaje para México fue del 48%, lo que dice que de cada peso que se gasta en salud en el país, básicamente la mitad lo tienen que pagar los ciudadanos. En cambio, el promedio de la OCDE fue de 23% y el de Noruega fue de 14%. 

Esto refleja una pobre cobertura pública de los servicios, lo cual fomenta que las familias reciban fuertes impactos financieros ante enfermedades crónicas o padecimientos catastróficos, además de que limitan la salud preventiva, impactando directamente en las muertes prevenibles, tratables y en el porcentaje de supervivencia de enfermedades como el cáncer. 

México ha tenido desde hace décadas un Plan Nacional de Vacunación bastante sólido, sin embargo en los últimos años su efectividad ha caído de manera considerable.

Para la vacuna de difteria, tétanos y tos ferina, presente en México en la vacuna pentavalente, el porcentaje de la población vacunada de acuerdo a su edad en 2015 era el 99%, mientras el promedio de la OCDE era el 95%. Sin embargo, a partir del 2021 se cae por debajo del mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud, que es 90%, ya que en ese año se tuvo sólo un 83%, y para 2023 bajó todavía más, a un problemático 69%, todo eso mientras la OCDE cayó a 89% en ese mismo periodo de tiempo. 

En el caso del sarampión, es una vacuna en la que México no ha estado por encima de la recomendación de la OMS (el 95%), pero también ha enfrentado disminuciones en lugar de mejoras. En 2015, el porcentaje de la población que contaba con la vacuna era el 87%, pero en 2023 cayó al 78%. La OCDE pasó del 96% al 93%. 

Ambos casos son importantes porque las vacunas son métodos probados de prevención médica para muchas enfermedades, y ante el crecimiento de los movimientos anti-vacunas en el mundo, así como su consecuente incremento en las personas que presentan esas enfermedades, las poblaciones vulnerables pueden ser afectadas y poner su vida en riesgo. Recordemos que actualmente México presenta brotes de tos ferina y de sarampión, con miles de contagiados y decenas de muertos en lo que va del año, principalmente entre menores de un año. 

México está experimentando retrocesos importantes en acceso a la salud y prevención. Menos gente con cobertura médica significa un mayor impacto financiero y destinar las visitas al médico para situaciones más complejas, dificultando los chequeos de rutina o la prevención, así como el diagnóstico de enfermedades en etapas más tempranas. 

La falta de vacunación contribuye también a brotes de enfermedades que son prevenibles y que afectan a grupos vulnerables. Y el gasto de bolsillo sigue representando la mitad del gasto en salud, cargando así a los ciudadanos gran parte de lo destinado en salud a pesar de tener sistemas de salud públicos que, en teoría, deberían ofrecer esos servicios a toda la población. 

Es importante destinar más recursos en incrementar el acceso a la salud y fomentar la prevención y diagnóstico temprano de enfermedades.