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“Sobrevivir a tu propio país, a tu propio gobierno”: Voces de la Gen Z que decidieron no marchar por miedo

Por Andrea Velasco

En el último mes, se han convocado diferentes marchas —como un movimiento nacional de la Generación Z para denunciar la inseguridad, los abusos de autoridad, la represión policial, las injusticias y el rumbo del nuevo gobierno— y hay un registro poco observado: los jóvenes que no han asistido.

En Envoz.mx salimos a escuchar las voces de esos jóvenes. Realizamos más de 20 entrevistas a estudiantes de la UNAM, el IPN y la UNITEC, pertenecientes a distintas carreras como ingenierías, psicología, actuación, humanidades, letras hispánicas, ciencias sociales, entre otras.

Lejos de ser desinterés, los testimonios recogidos muestran algo más profundo: una generación que quiere participar, pero que tiene miedo. Sus voces explican por qué su ausencia también es una forma de protesta y cómo, aunque muchos querían asistir, no lo hicieron por temor a las propias autoridades.

“No fui, porque me daba miedo, pero si quería ir, pero me dio miedo por los policías y si se ponen como peligrosas las cosas y me daba miedo que me pasará algo”, Daniela, estudiante de Ingeniería Química Industrial.

Juan Alonso, estudiante de Ingeniería Textil del IPN, asumió que habría “peleas y confrontaciones con los policías”.

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Más que apatía, estos jóvenes muestran algo más complejo: la inseguridad ya no solo condiciona cómo viven, sino también cómo participan políticamente.

A diferencia de generaciones pasadas, la familia juega un papel directo en la participación.

Alondra, estudiante de Ingeniería Textil en el IPN, no asistió simplemente porque “mi mamá no me dejó”, aunque sí quería ir. Emily, estudiante de Historia en la UNAM, compartió la misma razón: su mamá no la dejó por “la violencia que ejercen las autoridades”.

La institución familiar se vuelve un indicador del país: cuando incluso los padres que comparten ideales prohíben ir a marchas, el mensaje es claro. No se sienten seguros ni para protestar.

Aunque la mayoría no asistió, casi todos coinciden en que las marchas sí generan cambios… pero dudan de las formas.

Miguel, estudiante de Ingeniería en Comunicaciones, IPN defiende el diálogo: “hablando se debe exigir el cambio”, mientras que Iván Lucas (Robótica, IPN) cree que las marchas sí funcionan pero prefiere que sean de manera pacífica.

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Otros jóvenes ven en las marchas una herramienta, aunque con matices.
Guillermo (Actuación, UNAM) opina que “si no afectara a alguien, no se escucharía”, aunque reconoce que la violencia puede deslegitimar el movimiento.

Alondra argumenta que las marchas son la única forma en que se visibiliza a los inconformes:

“Siento que es la única forma en la que se nos ve; de otras formas nos dicen que no es cierto, que tienen otros datos, que somos minoría. Nos hacen sentir menos y que no escuchan nuestra voz. En el coraje, esa es la forma en la que gritamos que queremos que nos escuchen”.

Aurora, estudiante de Letras Hispánicas en la UNAM, considera que quizá el gobierno no actúa tras una marcha, pero:

“Más allá de si presiona al gobierno, creo que dentro de la población funciona para cambiar ideas o dar un panorama más abierto de lo que se vive, y eso tiene repercusiones si el gobierno decide tomarlas en cuenta”.

Por su parte,  Sharely, de Psicología en la UNITEC, añade que muchas personas creen en el diálogo, pero “la realidad es que no. El gobierno no nos escucha, entonces tenemos que manifestarnos de una u otra manera”.

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Roberto, estudiante de Letras Hispánicas, cuyo padre ha participado en marchas, cree que estas han ido en decadencia “porque se volvió más difícil entablar diálogo; ahora se centran más en la violencia y luego el gobierno en la represión”.

La percepción del país: “Vivir en México es sobrevivir a tu propio gobierno”


Entre quienes sí querían marchar, las motivaciones se repiten: inseguridad, violencia y feminicidios, desapariciones, desigualdad, abusos de autoridad y falta de oportunidades.

Emily (UNAM) lo expresó con una crudeza que resume un sentimiento generacional: “Estar en México es sobrevivir a tu propio país, a tu propio gobierno.

Sofia, desde Zacatecas, contó que ya no se siente segura ni en su propio estado ni en el país y su petición al gobierno fue clara: “Que ponga mayor seguridad y que no haya impunidad hacia la gente que comete delitos y tal vez algo más fuerte que se investigue más a los que están en el poder porque pues tal vez son parte del mismo narco”.

Ian, estudiante de Ingeniería en Audio en la UNAM dijo que asistiría por “mis seres queridos, la educación, el empleo y para empezar un cambio real en una sociedad tan arraigada al abuso; pido una mejor seguridad para mi país”.

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Sharely confesó que le causa conflicto “que estén matando a diez mujeres al día y nadie haga nada, o lo que se hace sea mínimo”. Su petición: “que nos escuchen a los jóvenes, porque al final somos el futuro del país”.

 “Me preocupa la seguridad nacional porque mis familiares en distintos estados viven situaciones que no siempre salen en los medios, como cobro de uso de suelo, presión a agricultores y doble tributación entre crimen y autoridades", dijo Emilio, estudiante de Psicología en la UNAM.

Las voces de la Generación Z demuestran que no son jóvenes “apolíticos”; son jóvenes que sienten que el país se les cae encima.

Las marchas del último mes revelan algo más fuerte que cualquier consigna: la Gen Z está politizada, indignada y conectada… pero profundamente insegura, pese a no asistir reprocharon los arrestos ocurridos específicamente durante la marcha del 15 de noviembre, algunos de los cuales terminaron en el Reclusorio.

Para Alondra del IPN los arrestos resultaron “súper injustos”, pues, afirma, si el gobierno busca proyectar una imagen de justicia, acciones como esta “ni siquiera lo disfrazan un poquito”. Una percepción similar expresó Esteban, alumno de posgrado en Psicología por la UNAM, quien subrayó que ninguna persona debería ser detenida por expresar su opinión, aun cuando no se comparta la ideología que defienda.

Otros, como Emilio y Roberto de la UNAM, calificaron los hechos como represivos y exagerados, pues vulneran un derecho fundamental: el de manifestarse.

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Elisa Alanís, estudiante de Nutrición en la UNAM, señaló que muchos solo querían experimentar una marcha y terminaron privados de su derecho a expresarse. Ian Piedra agregó que la marcha era pacífica hasta que grupos externos generaron descontrol, por lo que considera que varias detenciones recayeron sobre jóvenes inocentes.

Para varios entrevistados, lo ocurrido evocó episodios históricos de represión en México. Brisia, estudiante de Medicina, cuestionó la presencia de violencia institucional en una movilización integrada mayoritariamente por jóvenes inconformes.

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En conjunto, las voces estudiantiles coinciden en que la respuesta fue desproporcionada y preocupante. Pero todos hablan de lo mismo: algo está mal y algo tiene que cambiar.

Emily, desde una banca de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, lo resumió así para EnVoz.mx:

“Siento que México está siendo gobernado de mala manera. La presidenta toma casi todo a juego y no le da importancia a lo que debería: la economía, la seguridad de mujeres, niñas, niños y jóvenes. La economía está pésima, la seguridad está pésima, no hay oportunidades de trabajo. Siento que estar en México es sobrevivir a tu propio país, a tu propio gobierno”.
Pasillos en la UNAM
La Generación Z no marchó masivamente, pero habló. Y lo que dijo revela un país donde la juventud quiere cambiarlo todo… pero aún no sabe si las calles son el camino.