El fallido fichaje de Anthony Martial destapó un problema que Pumas ya no puede ignorar. El club universitario había alcanzado un principio de acuerdo con el AEK de Atenas y con el delantero francés, incluso gestionaba trámites de visa y vuelos, cuando de pronto se enteró por redes sociales de su incorporación a Rayados de Monterrey.
El episodio exhibe una realidad incómoda: la camiseta auriazul, por sí sola, ya no resulta suficiente para convencer a futbolistas de renombre. Pese a su rica tradición y a una afición incondicional, Pumas enfrenta obstáculos al competir con instituciones que hoy ofrecen más garantías. Monterrey, por ejemplo, presume infraestructura de primer nivel, mejores sueldos y un proyecto deportivo sólido, condiciones que seducen a los jugadores internacionales.
La presión mediática y la exigencia constante en Ciudad Universitaria tampoco ayudan. La falta de títulos recientes ha elevado la ansiedad de la afición y del entorno, lo que convierte al club en un destino cargado de tensiones. En contraste, Rayados y otros equipos han sabido equilibrar éxito deportivo con estabilidad institucional, logrando atraer y retener talento de élite.
No se trata solo de Pumas: varias instituciones históricas, sin logros inmediatos, padecen la misma dificultad. En el futbol actual, los nombres y los colores pesan, pero los factores decisivos son claros: salarios competitivos, infraestructura moderna y una visión de largo plazo. Hasta que Pumas no logre fortalecer esos aspectos, la etiqueta universitaria seguirá perdiendo brillo en el mercado de fichajes.