La salida de Sergio “Checo” Pérez abrió un vacío que ni Liam Lawson ni Yuki Tsunoda han podido llenar con consistencia. Ser compañero de Max Verstappen implica mucho más que velocidad: se requiere temple, regularidad y adaptabilidad, cualidades que en los últimos años han aparecido a cuentagotas. Ahora el nombre de Isack Hadjar, uno de los rookies más destacados, cobra fuerza para ocupar ese asiento en 2026.
Hadjar ya demostró credenciales: suma un podio en Países Bajos, marcha por encima de Tsunoda en el campeonato y cuenta con el respaldo de Helmut Marko. Red Bull confía en que, con los cambios de reglamento, su perfil encaje mejor en una transición que exigirá frescura y capacidad de adaptación. Sin embargo, la historia reciente advierte que el rol de “segundo piloto” puede devorar carreras enteras. Lawson no resistió la presión y Tsunoda ha sido señalado por su falta de consistencia y errores bajo tensión.
Más allá de los nombres, la gran pregunta es si el verdadero problema está en el coche. El RB21 ha sido descrito como difícil de ajustar, con una ventana de reglaje demasiado estrecha. Incluso Verstappen ha tenido que lidiar con condiciones que ponen en jaque su talento. Con ese panorama, exigir que un novato brille al lado del campeón mundial no es solo cuestión de capacidad, sino de resistencia mental.
Si Hadjar recibe el asiento en 2026, será una apuesta arriesgada. Puede consolidarse como la sorpresa de una nueva era o convertirse en otro talento “quemado” por expectativas desmedidas. Tal vez Red Bull deba preguntarse si ha estado señalando al piloto equivocado, cuando lo que realmente necesita es un auto más equilibrado.