La lesión de Joe Burrow ha puesto a los Bengals contra la pared y ha reabierto un debate eterno en la NFL: ¿qué tan valioso es un mariscal de campo suplente? Con al menos tres meses fuera, Cincinnati deberá confiar en Jake Browning, quien mostró chispazos en la victoria 31-27 sobre Jacksonville, pero también dejó dudas con tres intercepciones.
La ausencia de Burrow —líder en yardas y touchdowns la temporada pasada— no solo compromete el rendimiento ofensivo, sino que expone la fragilidad de depender de una sola pieza. Un suplente competente puede marcar la diferencia entre seguir peleando por playoffs o ver la temporada esfumarse.
Algunos equipos ya han demostrado el valor de invertir en la posición. Los 49ers, por ejemplo, han sabido construir profundidad en el puesto y sobrevivir a lesiones de titulares sin perder competitividad. En un deporte donde los golpes y el desgaste son inevitables, planear pensando en el “peor escenario” no es un lujo, sino una necesidad.
Sin embargo, hay una disyuntiva: el límite salarial obliga a priorizar. ¿Vale la pena gastar más en un suplente cuando esa inversión podría reforzar la línea ofensiva, la defensa o los receptores? El dilema es estratégico. Un mariscal reserva de nivel medio-alto rara vez está disponible y, cuando lo está, su costo es elevado.
Los Bengals tendrán que adaptarse rápido. Browning necesita consistencia, y el staff debe ajustar el plan ofensivo a sus fortalezas. Lo que está en juego no es solo una temporada, sino la oportunidad de redefinir cómo la liga valora a los suplentes en la posición más decisiva del fútbol americano.