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De acuerdo al INEGI, regalar libros no sería lo más efectivo para fomentar la lectura

Por Vero Teigeiro

El 17 de diciembre, con la presencia de Claudia Sheinbaum, Clara Brugada y Paco Ignacio Taibo II, se llevó a cabo un evento para regalar libros del programa “25 para el 25”, con el propósito de fomentar la lectura. Los eventos y programas para regalar libros han sido una constante en la gestión de Taibo II en el Fondo de Cultura Económica, sin embargo vale la pena preguntarse ¿incrementar la accesibilidad de libros es la mejor estrategia para fomentar la lectura? De acuerdo a los resultados de las encuestas del Módulo Sobre Lectura (MOLEC) del INEGI de este año, disponibles desde noviembre pasado, podemos ver una realidad más compleja, así como estrategias más apremiantes para fomentar la lectura. 

Para empezar, ante el cuestionamiento directo de “¿Cuál es el motivo por el que usted no lee libros, revistas, periódicos o historietas?”, la principal razón es la falta de interés, motivación o gusto, con el 34.6% de las respuestas. Muy cercano a ese dato, el 32.4% señalaron no tener tiempo y 16.4% lo adjudicaron a problemas de salud. La falta de acceso a libros, que es aquella que se resuelve regalándolos, entra en el 12% que indicó que no lee porque prefiere realizar otras actividades, falta de dinero u otros motivos, donde además se engloba con varios motivos extras. Es decir, menos de 1 de cada 10 personas que no leen, lo hacen por no poder disponer de materiales de lectura. En cambio, casi 7 de cada 10 no leen porque no les interesa o no tienen tiempo.
La falta de accesibilidad a materiales de lectura, por dinero u otros motivos, entra sólo en el 12% de las razones para no leer.
Esto también se puede ver en otras mediciones de la encuesta. En los estímulos para la lectura en la infancia dentro del hogar que esta encuesta reconoce, el 31% de la población no lectora, siendo el primer lugar, indican que tenían libros diferentes a los de texto en casa. En los otros estímulos, el 28.9% veía a sus padres o tutores leer, al 21.4% le leían sus padres o tutores y el 11.7% recibían motivación para ir a bibliotecas o librerías. Así, si bien es importante incrementar la disponibilidad de libros en ciertos hogares, es relevante enfocarse en otros estímulos menos disponibles para la población. 
La disponibilidad de libros en casa es el estímulo de lectura en el hogar con menos rezago.
En cuanto a los estímulos en la escuela primaria, el 31.1% de la población no lectora reporta que sus maestros los motivaban para ir a bibliotecas, pero sólo el 11.9% que era motivado a leer libros diferentes a los de texto. 
Los estímulos para lectura en la escuela son bajos en población no lectora; aquí no se contempla la disponibilidad.
En cambio, hay patrones claros que podemos ver. Por ejemplo, la escolaridad tiene un peso indiscutible en el porcentaje de población lectora. Mientras que sólo el 66.2% de las personas con educación básica incompleta leen, el 93.8% de los que tienen educación superior lo hacen. Y, en general, entre mayor nivel educativo, más porcentaje de población lectora. 

Cuando nos enfocamos en modo de adquisición del material de lectura, vemos que si bien el primer lugar, con un 38%, corresponde a libros regalados o prestados, y el 33% a libros comprados nuevos, el 42.4% de la gente que lee por necesidad, corresponde a los libros regalados o prestados. En contraste, el 38.1% de quienes leen por gusto, corresponden a aquellos que compran el libro nuevo. 
Aunque la disponibilidad de libros regalados o prestados es mayor, su lectura suele deberse más a necesidad que a gusto.
También, al hablar de la frecuencia de lectura, los libros comprados nuevos encabezan aquellos que se leen diario, con un 41.8%, mientras los regalados o prestados representan el 33.3% de los mismos. Entonces, si bien los libros regalados, como se dan en estos programas, son un porcentaje importante de los libros leídos, suelen leerse más por necesidad que por gusto, y se les dedica menos tiempo de lectura que los libros adquiridos. 

Además, este estudio no contempla el impacto del contenido de corta duración en redes sociales ni el uso de celulares y tablets en el interés y tiempo por la lectura, así como sus efectos en la concentración y comprensión de la misma. Pero podemos hacernos una idea con los tiempos de lectura reportados; mientras que los lectores de libros reportaron un tiempo promedio de lectura de 59 minutos diarios, los lectores en redes sociales reportaron un tiempo de 1 hora con 23 minutos para esta actividad. A la vez, dicho grupo reportó que no lee libros, historietas, periódicos o revistas principalmente por falta de interés (40.1%) y porque no tiene tiempo (36%), no por falta de acceso. 

Con estos datos podemos ver que hay estrategias que podrían tener un mejor resultado en fomentar la lectura, por ejemplo:

  • Programas que fomenten que los padres y madres les lean a sus hijos, así como que los lleven a bibliotecas y librerías.
  • Programas que fomenten la lectura por gusto en niños, niñas y adolescentes, priorizando materiales que puedan ser de mayor interés para ellos como literatura fantástica o historietas, para que ese primer acercamiento a la lectura sirva como puente para lecturas más complejas.
  • Analizar el impacto de las redes sociales y los dispositivos electrónicos en los hábitos y competencias de lectura de niños, niñas y adolescentes, y crear políticas públicas acorde.
  • Identificar las causas de por qué no hay interés o gusto y crear políticas que las ataquen directamente.
  • Priorizar el gusto personal al momento de regalar libros, por ejemplo regalando vales a cambiar en sucursales del FCE o en otras librerías, permitiendo así a los beneficiarios escoger un material de lectura que les resulte interesante. 
  • Crear programas y eventos de trueques de libros y clubes de lectura, que integren la parte social con los libros, facilitando un interés extra en esta actividad, así como el acceso a materiales con un propósito recreativo definido. 

Considerando los datos para crear políticas públicas podemos asegurar que el dinero invertido en fomento a la lectura tenga un mayor impacto en el crecimiento de la población lectora en México.