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El acoso a la presidenta y la profundidad de la violencia machista

La tarde del 4 de noviembre en el Centro Histórico de la Ciudad de México, la presidenta Claudia Sheinbaum fue víctima de un episodio de acoso sexual cuando un hombre identificado como Uriel “N” la abrazó por la espalda, intentó besarla en el cuello y tocó su pecho y cintura sin su consentimiento.

Este hecho quedó grabado en video y provocó no sólo su detención, sino también la condena pública unánime. Es indispensable solidarizarse con la presidenta por el episodio del que fue víctima como mujer y mandataria y asentar que estas violencias no tienen cabida en ningún contexto y bajo ninguna circunstancia.

Éste es un lamentable y a la vez poderoso ejemplo de la violencia contra las mujeres en el país y de la normalización de la violencia machista. No importa que se trate de la persona más poderosa del país, no importa que esté en presencia de decenas de personas, con cámaras encendidas y frente a su (inefectivo) equipo de seguridad. El agresor vio a la presidenta Sheinbaum como un cuerpo a su disposición por el hecho de ser mujer.

Además de condenar el hecho misógino, es importante también tomar la lección sobre la seguridad de la presidenta. Quedó claro que no está suficientemente protegida y que atentar contra su integridad física está al alcance de un ciudadano común. La mandataria necesita un equipo de seguridad que esté a la altura de los riesgos que implica ser presidenta de México.

Sheinbaum decidió mantener la eliminación del Estado Mayor Presidencial por la que apostó López Obrador. Bastó el atrevimiento de un transeúnte para mostrar que la protección al más alto nivel es indispensable para la presidenta.