México enfrenta una profunda crisis en su sistema universitario, marcada por un acceso limitado y presupuestos estancados. Apenas el 45% de los jóvenes accede a la universidad,. Esta estadística resulta alarmante comparada con el 70% de acceso observado en otros países. La nación invierte poco en la educación terciaria. Solo el 28% de los mexicanos entre 25 y 34 años terminan un instituto o la universidad. La educación superior persiste como un privilegio de clase, pues los jóvenes de familias con mayores ingresos tienen más oportunidades de completar sus estudios.
Esta situación se agravó con la aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2026. Aunque el sector educativo y el de ciencia obtuvieron el 75.5% de los 17.7 mil millones de pesos (mmdp) reasignados, los recursos finales resultan insuficientes. Los diputados aprobaron una ampliación de 13.3 mmdp, pero el gasto permanece inferior a los niveles de sus mejores años.
El presupuesto final de educación pública se fijó en 1.13 billones de pesos, lo que equivale al 2.92% del Producto Interno Bruto (PIB). Este monto no logra recuperar el máximo nivel alcanzado en 2015, cuando el gasto educativo representó el 3.5% del PIB. Esta inversión está muy por debajo del rango de 4% a 6% que sugiere la UNESCO. Además, el gobierno destinará 8,417 pesos por habitante a la educación en 2026, lo que significa 11% menos que en 2015.
El rezago se explica por la priorización del pago de pensiones, cuyo gasto crecerá 66.9% en los últimos siete años. Este incremento es casi diez veces mayor al aumento del 9.3% en el gasto de educación pública.
La falta de recursos afecta instituciones clave. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) contará con un estimado financiero de 54 mmdp. Este es prácticamente el mismo presupuesto del año anterior, marcando el nivel más bajo desde 2010. El Colegio de México (Colmex) tiene el presupuesto más bajo desde 2008. Además, el gasto destinado a formación docente, infraestructura y sistemas de evaluación alcanzará mínimos en décadas. El presupuesto para inversión física se mantiene 34% inferior a lo ejercido en 2013.
Con una infraestructura presupuestal débil y un contexto digital vertiginoso, los jóvenes cuestionan si vale la pena el sacrificio universitario. Sienten que el sistema educativo les enseña a ser empleados y no los prepara para el mundo laboral real. Esta percepción impulsa la deserción. Incluso algunos influencers promueven la creencia de que la universidad es para perdedores.
No obstante, las cifras confirman la importancia del título. La evidencia muestra que un estudio universitario aumenta en promedio el salario a largo plazo, generando entre un 30% y un 40% de retorno salarial. La educación superior tiene la capacidad de doblar los ingresos por comparación con quienes solo terminaron la secundaria.
El futuro requiere que la educación superior sea más inclusiva y accesible. Se necesitan más carreras técnicas que permitan adquirir un alto valor de mercado con una menor inversión de tiempo. Pero sobre todo políticas públicas que revitalicen la educación en el país.
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