Durante la visita del secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, México y Estados Unidos anunciaron el Programa de Cooperación sobre Seguridad Fronteriza y Aplicación de la Ley, una iniciativa que crea un grupo de alto nivel para coordinar acciones contra cárteles, tráfico de fentanilo, armas, robo de combustible y redes financieras ilícitas. Todo bajo los principios de reciprocidad, soberanía e integridad territorial.
La pregunta clave es si este acuerdo marcará un cambio real o será solo una maniobra política. Para Donald Trump, es una forma visible de responder a sus electores sobre la guerra contra las drogas. Para Claudia Sheinbaum, puede ser una estrategia para mantener el control frente a su poderoso vecino, pues los posibles descalabros en la relación con el vecino podrían tener serias consecuencias para México en distintos frentes.
Los dos países ya tienen experiencia en este terreno: la Iniciativa Mérida, en vigor sobre todo durante los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, fue criticada por profundizar una visión militarizada de la seguridad que no redujo significativamente la violencia y que, por el contrario, contribuyó al estallido de la crisis de altos niveles de homicidios que persisten hasta nuestros días, como destacan organizaciones como Insight Crime. Bajo López Obrador, el Entendimiento Bicentenario se firmó sin que se conozcan sus resultados concretos.
El nuevo programa apela al deseo de cooperación, pero es incierto si producirá resultados tangibles, y tampoco hay razones para ser entusiastas. Mientras tanto, el Programa de Cooperación sobre Seguridad Fronteriza y Aplicación de la Ley se suma al complicado entramado de la relación bilateral.