La campaña del senador Gerardo Fernández Noroña en contra de la periodista Azucena Uresti no puede verse como un simple intercambio de acusaciones: es un atentado contra la libertad de expresión y la libertad de prensa. En represalia por haber cuestionado la compra que hizo Noroña de una casa en Tepoztlán por 12 millones de pesos, el legislador señaló que la periodista poseía un costoso departamento sobre Avenida Reforma y difundió una imagen sin su consentimiento. Uresti desmintió ser dueña del inmueble.
En el último episodio de los ataques del senador morenista contra Uresti, publicó en su cuenta de X la supuesta compra de un coche BMW.
La gravedad de las acciones de Fernández Noroña recae en el abuso de poder en el que incurre y en el ataque contra la libertad de expresión. Estos ataques se dirigen contra una persona, pero tienen un efecto en el ecosistema de los medios de comunicación y su capacidad para revisar el comportamiento de los poderosos.
Uresti cumple con su papel de analizar las actividades legislativas de un senador y el disfrute de un nivel de vida que no parece corresponder con su nivel de ingresos. La información que ha difundido la periodista es de interés público, pues se trata de un personaje influyente de la vida política nacional, un senador, que hasta hace poco era presidente de la Cámara Alta.
En cambio, lo que hace Fernández Noroña es acosar a una periodista, difundiendo información sobre ella. Más allá de ser un acto vengativo, que lo es, tiene el propósito de inhibir la libertad de prensa, mostrando que los periodistas que se atrevan a poner la lupa sobre sus actividades como personaje público tendrán consecuencias. Éste no es únicamente un atentado contra los derechos humanos de la periodista. Es también un ataque contra la democracia, pues siembra miedo a represalias entre los medios de comunicación y afecta el derecho de las audiencias a conocer la verdad.
Fernández Noroña explota su posición de poder como senador, con todos los recursos que eso implica, incluyendo el fuero constitucional, para amedrentar a una periodista. Normalizarlo nos va a salir caro.