La presidenta Sheinbaum y Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, dieron el banderazo de salida a la entrega de la colección 25 para el 25 de la editorial estatal. Según los planes, se repartirán 2.5 millones de ejemplares en México y otros países de Latinoamérica de la ya controversial colección tras los dichos misóginos de Taibo al ser cuestionado por la baja representación de autoras.
Que el Estado distribuya libros es, sin duda, positivo. En un país con profundas desigualdades, promover el acceso al libro es un paso necesario. Pero no suficiente. La lectura no se crea por decreto ni por tener acceso a dos ejemplares, que fue la cantidad entregada a los asistentes que tuvieron suerte. El resto se fue con las manos vacías.
Una política pública de fomento a la lectura debería incluir formación de promotores lectores, construcción y fortalecimiento de bibliotecas escolares y comunitarias, clubes de lectura, trabajo constante en escuelas, seguimiento a los lectores y evaluación de resultados. También implica reconocer que leer es una práctica cultural que se aprende y se adquiere con constancia y con un entorno favorable.
Definitivamente, la lectura no se promueve con acarreo y amenazas. Hay numerosos testimonios de asistentes recogidos en la prensa que afirmaron haber acudido al evento porque se les pidió —o se les presionó— desde programas como Jóvenes Construyendo el Futuro o las becas Benito Juárez. Al más puro estilo priista, se les pasó lista de asistencia y, en algunos casos, se condicionó el acceso a los beneficios de los programas.
Si el objetivo es crear una verdadera cultura lectora, se requiere respeto a la población participante, una política sólida y sistemática y menos propaganda.