En cinco días el hartazgo se desinfló… Por Arturo Madrigal
No hay multitudes, ni grandes contingentes ni marea humana. Dicen que las segundas partes no son buenas.
Esta vez no hay miles haciendo suyas las calles de la Ciudad de México. Si acaso unos cientos, que apenas logran hacerse ver y escuchar.
El clamor por justicia no logra el eco esperado. La hazaña del sábado 15 de noviembre no parece destinada a repetirse.
Bastaron cinco días para que las convocatorias de la “Generación Z” se desinflaran. El Paseo de la Reforma ya no es, como bien lo fue días antes, el epicentro de la indignación ante una nación herida. Atrás quedó la masiva movilización por un México en paz, libre de inseguridad, corrupción y violencia.
-
-
-
-
-
El llamado juvenil vuelve a ser escuchado por trabajadores, estudiantes, amas de casa y adultos mayores, pero no hay duda: el tamaño de la protesta no es suficiente para distinguirse. Ni hablar de superar la marcha anterior.
El desaire se hizo presente también en la UNAM, otro de los puntos de reunión. Los estudiantes de la máxima casa de estudios no atienden la convocatoria. Otra señal de que el hartazgo se apagó.
El Ángel de la Independencia ve llegar a cuentagotas a puñados de inconformes. No son las grandes masas que se congregaron ahí mismo apenas la semana pasada.
Algunos asistentes llegan con la bandera de “One Piece”, que se ha convertido en el estandarte del movimiento. Otros deciden comprarla a vendedores que ya se encuentran en el lugar, listos para hacer negocio con el malestar.
Ondean también las banderas de México junto con carteles que expresan con enojo diversas exigencias, todas con un común denominador: el deseo de un país mejor.
-
-
-
-
-
La ruta se repite. La manifestación arranca con destino al Zócalo. Sin embargo es 20 de noviembre, Día de la Revolución Mexicana. No les importa marchar a la misma hora y casi por el mismo camino en la que se desarrolla el desfile oficial por la fecha conmemorativa. Quieren hacer su propia revolución y los convocantes lo saben.
No se hacen esperar los reclamos contra el Gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum. Demandan la liberación de los detenidos del sábado y acusan inacción ante los asesinatos, las desapariciones y los delitos que azotan al país.
El crimen del Alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, vuelve a ser uno de los motores de la inconformidad, pero ya no hay contingentes michoacanos ni sombreros, otro de los emblemas de la furia popular. Tampoco está Doña Raquel, abuela del Edil ultimado y que se convirtió en símbolo de lucha para los manifestantes de la semana pasada. El coraje no resuena con la intensidad del día 15. Las consignas ya no se cuentan por montones.
-
-
-
“¡Mi voz no es desorden, es derecho! ¡Respeto sí, represión no! ¡No revocación, sí destitución! ¡No somos 10, no somos 100, somos un chingo!”, exclaman.
“¡Pero sí somos 10!”, revira Marcelo, que observa la marcha desde la banqueta. Incluso corrige: “¡Somos menos que 10!”.
Marcelo es de Cuautitlán Izcalli. La indignación que le generó el asesinato de Carlos Manzo lo hizo salir a las calles el día 15.
“Estuve hasta adelante”, recuerda al mismo tiempo que muestra una lesión en la sien, producto de una pedrada. Es uno de los saldos del enfrentamiento que se dio entre grupos de choque y policías, que derivó en arrestos y heridos en la plancha del Zócalo.
Tras decidir salir de nuevo a las calles, Marcelo lamenta la escasa asistencia a la segunda convocatoria, la cual atribuye a la falta de organización y al miedo.
“Hay una desorganización total de la juventud, no está comprometida con su movimiento ni con su futuro. En segunda porque tiene miedo la gente, por lo que pasó el 15 de noviembre”, dice.
La marcha avanza por Paseo de la Reforma. El sol arrecia pero la manifestación no afloja.
“¡No que no, sí que sí, ya volvimos a salir!”, es otro de los lemas que se escuchan.
Resaltan además su rechazo a las arengas partidistas: “¡PRI, PAN, Morena, la misma chingadera!”.
Nada los detiene hasta que se topan con el primer obstáculo: la vialidad está bloqueada por policías a la altura de la Glorieta de las Mujeres que Luchan. El desfile es el argumento, los inconformes dudan.
Entonan el Himno Nacional, como desafío a los agentes del orden. Luego empiezan los chiflidos y las mentadas de madre. Insisten en llegar hasta el Zócalo.
“¡Asesinos! ¡Exijo seguridad, no brutalidad! ¡Claudia tiene miedo!”, les gritan. Está fresco el recuerdo de lo ocurrido el sábado anterior, pero ya no hay encontronazos. La furia contenida hace que todo transcurra pacíficamente.
Pasan los minutos, luego media hora. Una hora. El bloqueo policiaco persiste y no hay ningún indicio de que los manifestantes se quieran ir. No quitan el dedo del renglón.
“¡Granadero, escucha, esta es tu lucha! ¡Únanse a nosotros!”.
-
-
-
-
-
-
Un trabajador del Gobierno de la CDMX toma un megáfono. No se escucha lo que dice porque ni siquiera lo dejan hablar. La gente solo quiere pasar para llegar a su destino.
“¡Vendidos! ¡Ya déjennos pasar!”.
Iván Ortiz tiene 31 años. Él no fue parte de la marcha del 15, pero esta vez decidió participar como respuesta al accionar policiaco ocurrido en la manifestación anterior. No asiste como parte de la Generación Z sino como un ciudadano molesto.
“Lo que indignó fue su protocolo de actuar de seguridad, de agarrar parejo. Si ven qué grupos están haciendo delitos pues encapsulan un grupo, y esta vez se vio claramente y se está viendo repetitivamente que le están teniendo miedo a este movimiento”, señala.
Considera que la escasez de manifestantes se debe al miedo y a la “cuchara” que meten grupos políticos en estas protestas.
“Aparte de todo hay una represión clara”, destaca.
Se empiezan a escuchar gritos y aplausos. Los policías se retiran, dejando el Paseo de la Reforma libre para que la marcha siga su curso. “¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!”.
-
-
-
-
-
-
El recorrido no estuvo libre de muestras de rechazo. En un punto de la Avenida Juárez se escucha “¡Viva Claudia! ¡No van a encontrar a nadie mejor!”. Se trata de un mexicano que dice haber vivido 55 años en Estados Unidos. Vuelven las rechiflas y los insultos. Hay dimes y diretes.
Ya bien encaminada por la Avenida 5 de Mayo la marcha se encuentra con un nuevo obstáculo: hay otro bloqueo policiaco en el cruce con la calle de Palma. Regresan las mentadas a los agentes del orden y los reclamos a la Presidenta.
“¡Claudia, escucha, el pueblo te repudia! ¡Revocación es una trampa! ¡Tanto criminal, desastre nacional!”.
Ahora el argumento del bloqueo es que los trabajadores deben quitar el mobiliario usado en el desfile, pero los inconformes ya no creen nada y lo hacen sentir.
“¡El que no salte es Claudia! ¡El que no salte es Claudia!”.
-
-
-
Otro trabajador del Gobierno de la CDMX aparece con un megáfono para decir que quitar el mobiliario va a tomar alrededor de seis horas, por lo que no se va a permitir el paso hacia el Zócalo. Las esperanzas se esfuman.
Los inconformes poco a poco se retiran. No quieren choques con la policía, así que se van con la consigna de que no les fue permitido el paso. Algunos se trasladan a la calle de Madero negándose a rendirse, pero también está bloqueada en el cruce con Palma. La marcha terminó.
Así quedó disuelta la segunda convocatoria de la Generación Z, junto con las ganas de repetir la historia.
Los manifestantes que quedaban se fueron perdiendo entre las multitudes que día a día pasean por el Centro Histórico. Los negocios reabren con tranquilidad, sin la amenaza de los disturbios.
Al fondo se escuchan los organillos y a un músico urbano que se busca las monedas del día. Toca con su teclado “Piano Man”, de Billy Joel. La Ciudad de México vuelve a la normalidad.