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La presidenta Claudia Sheinbaum anunció una disminución del 37% en los homicidios dolosos en el país entre septiembre de 2024 y octubre de 2025, lo que representa 32 asesinatos menos cada día. En un país que ha vivido casi dos décadas sumido en la violencia, esta noticia es un avance significativo. Por primera vez en años, los datos parecen indicar avances contundentes en la tasa de homicidios dolosos.
El mérito está en haber asumido el problema como prioridad y no en ignorarlo o maquillarlo, como ocurrió en otros gobiernos. La administración actual ha apostado por una estrategia más integral, que combina presencia territorial de las fuerzas de seguridad, coordinación con autoridades locales y programas de desarrollo orientados a reducir las causas sociales de la violencia.
Sin embargo, sería ingenuo pensar que la batalla está ganada. La experiencia muestra que cuando los grandes grupos criminales pierden fuerza, buscan reorganizarse, fragmentarse o expandirse a nuevas zonas. El riesgo de repuntes está latente y la estrategia debe adaptarse constantemente para responder a estos cambios.
Resolver la crisis de seguridad será imposible sin atender otras piezas del rompecabezas: una reforma profunda que profesionalice las fiscalías, eliminar la corrupción en las instituciones de seguridad, generar desarrollo económico sostenido, promover una verdadera cultura de paz que aleje a los jóvenes del crimen. México también debe fortalecer su cooperación con Estados Unidos, para frenar el tráfico de armas hacia nuestro territorio y el flujo de drogas sintéticas en sentido contrario.
Reducir los homicidios es una buena noticia. Mantener esa tendencia será la verdadera prueba de un Estado que busca recuperar su autoridad, garantizar justicia y devolver la tranquilidad a sus ciudadanos.
