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También los transportistas exigen seguridad: ¿una bomba de tiempo para el gobierno de Sheinbaum?

El secuestro del transportista Fernando Galindo en el Estado de México fue la chispa que encendió una nueva ola de protestas exigiendo seguridad. La Alianza de Autotransportistas Autónomos de la República Mexicana (AAARM) organizó una megamarcha que parte hoy desde municipios como Jilotepec, Atlacomulco, Toluca, Lerma, Naucalpan y Tepotzotlán rumbo al Zócalo capitalino. La movilización incluye bloqueos de carreteras como la México-Querétaro, el Arco Norte y el Circuito Exterior Mexiquense.

Los manifestantes exigen una respuesta contra la inseguridad que enfrentan todos los días en las carreteras: asaltos, secuestros, extorsiones y asesinatos.

El caso de los transportistas no es aislado: es un nuevo capítulo en la larga lista de sectores que, ante la violencia, se han visto obligados a organizarse. Entre estos grupos se cuenta a las madres buscadoras, que escarban con sus propias manos para encontrar a sus desaparecidos; los agricultores, que bloquean carreteras por la inseguridad en el campo y que acaban de sufrir el homicidio del líder Bernardo Bravo. También están las colectivas feministas, que han llenado las calles exigiendo justicia, y los grupos de autodefensas, que han tenido que tomar las armas ante la incapacidad del Estado de defenderlos.

Cada grupo representa una fractura en la promesa de seguridad y justicia del Estado. Y todos, juntos, dibujan un mapa de hartazgo nacional.

El gobierno de Claudia Sheinbaum podría tener ante sí una bomba de tiempo: la acumulación de agravios y de víctimas que no encuentran respuesta. Se requiere una estrategia de seguridad integral que no sólo disminuya homicidios, como se reporta en las mañaneras, sino que restituya la paz en las ciudades y en los pueblos del país.